En la entrada anterior de esta serie comentaba el hecho de que la renovación del Pleno del Tribunal de Cuentas, al tener ahora una mayoría socialista -los consejeros del supremo órgano fiscalizador son, en teoría, independientes, pero es fácil percibir de qué pie cojean (en algunos casos, la cosa es hasta ostentórea)-, había provocado un giro copernicano en relación con los avales que el gobierno regional catalán pretendía otorgar a los condenados por el butifarrendum II.
Tan radical fue el cambio de postura, que los separatistas se apresuraron a celebrarlo, diciendo que ahora se puede hacer política sin miedo. Sin miedo de que les caiga encima todo el peso de la Ley, se entiende.
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