En el pasado, cuando alguien quería cambiar el pasado o, al menos, el relato del mismo vigente hasta entonces, simplemente lo borraba: estatuas destruidas, pinturas borradas, edificios derruidos… lo que no se veía dejaba de existir.
Actualmente, lo que
parece imperar es una especie de revisionismo en aras de una supuesta
tolerancia e inclusión (la famosa corrección política). Tanto da que Huckelberry
Finn refleje una zona (el Sur de Estados Unidos) y una época (mediados del siglo
XIX, antes por tanto de la Guerra Civil estadounidense), en la que había
esclavos y a esos esclavos se les llamaba negros: actualmente, la esclavitud
está (bien) proscrita, y a las razas ya no sabemos cómo denominarlas, puesto
que, pasado cierto tiempo, una denominación en principio aséptica se torna
ofensiva y debe ser sustituida (de negro se pasó a de color,
luego a afroamericano, y actualmente estamos en afrodescendiente).
Y no sólo es la raza,
sino también la orientación, u opción, u loquesea sexual. Actualmente,
toda obra artística audiovisual tiene que tener un representante de todas y
cada una de las llamadas minorías, con lo que aquello es un cruce entre
una pluralidad de unidades y una jaula de grillos.
Hace un par de meses, la
noticia era que se planeaba una reedición transgénero y multirracial de
las películas de Harry Potter. Lo cual podrá estar muy bien (no) y ser la mar
de tolerante e inclusivo, pero desvirtuarán la obra literaria tal y como la
planteó su autora.
Si finalmente se lleva a cabo semejante engendro, al menos que mejoren el doblaje al español, por favor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario