Nunca me gustó el movimiento del black lives matter. No sólo porque partía de una premisa falsa -que las fuerzas del orden estadounidenses son profundamente racistas y se dedican poco menos que a perseguir negros, cuando la mayor parte de los asesinatos de negros los cometen, precisamente, otros negros-, ni tampoco porque dio cobertura a actos de vandalismo y latrocinio sino, porque como muchos movimientos análogos, era profundamente racista.
Pero es que, además como
ocurre como casi siempre con esos movimientos progres, no eran más que
un sacaperras montado por sus promotores (promotoras, en este caso). Hace
un año se supo que las fundadoras (marxistas, claro está, con simpatías por
cualquiera de las dictaduras comunistas del continente) del movimiento habían recaudado
setenta y cuatro millones de dólares, pero se negaban a revelar la identidad de sus financiadores. Mientras, eso sí, se pegaban la vida padre.
O madre, vaya usted a saber.
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