Cuando supe de la existencia de una segunda parte de Ready Player One no las tenía todas conmigo. Habida cuenta de que Armada me resultó un fiasco -un intento de repetir el éxito copiando el mecanismo, pero de forma un tanto chapucera-, no sabía qué esperar.
Y debo decir que el
libro me ha gustado. Cline ha cogido lo que funcionaba en su primera novela y
lo ha mantenido, llevándolo un paso más allá. La trama sigue siendo una
apelación a la nostalgia de los que crecimos en los ochenta. Y lo que algunos
críticos ven como defectos -tedioso trabajo a través de arcanas referencias
a la cultura pop perezosamente salpicadas (no tan arcanas, realmente), algo
que es muy similar al primer libro-, yo lo veo como virtudes, al menos para
los frikis: cuando algo nos gusta, solemos querer más de lo mismo… y eso es lo
que nos da este libro. Las disquisiciones de los críticos sobre inclusión,
empoderamiento y demás me parecen, para decirlo lisa y llanamente, puras pajas
mentales.
En cuanto al capítulo
que más me ha gustado, cualquiera que me conozca no se sorprenderá si le digo
que es el ambientado en Arda I, cuando Wade y Sam tienen que cumplir la misión
que acometen Beren y Lúthien en El Simarillion.
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