Todo idioma debe ser preservado, puesto que es expresión de la cultura de sus hablantes. Pero de ahí a promoverlo artificialmente media un abismo.
Tomemos el caso del
vascuence, idioma (es un decir: siete dialectos regionales) muy respetable,
pero tan antiguo como el latín, o más; y que, como el latín, ha tenido que recurrir
a elaboraciones pintorescas para nombrar realidades que no existían cuando
su evolución se paralizó, de aeroportua a presoak. Eso, por no
hablar de etimologías salidas de la cabeza de un orate, como que Kepa es
Pedro porque viene… del arameo Cefas.
Algo parecido ocurre con
el gallego, lengua no tan primitiva como el vascuence pero cuyo ámbito geográfico
es tirando a reducido (no, el que en América llamen gallegos a los españoles
no quiere decir que allí se hable la lengua de Rosalía de Castro).
Algo que no parece importar a la academia gallega de la lengua, que quiere que sea oficial también al otro lado del Eo.
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