Parece bastante fuera de toda duda que entre los partidos políticos y los grupos de presión existe una cierta correspondencia de intereses y, hasta en algunos casos, una suerte de acción coordinada.
Otra cosa es si dicha
correspondencia y dicha coordinación son desinteresadas o, en cambio, obedecen
a motivos espurios. Tomemos, por ejemplo, el caso de la delincuente Juana Rivas:
una serie de asociaciones feministas pidieron su indulto, y otra presentó una
queja ante el juez. El desgobierno socialcomunista que tenemos la desgracia de
padecer subvencionó con cuatrocientos treinta y cinco mil euros a las primeras,
y entregó cien mil euros a la segunda.
Y ahora viene la
cuestión: ¿las asociaciones actuaron como actuaron porque pensaron que era lo
correcto, o esperando recibir el agradecimiento del consejo de ninistros?
Y éste, ¿destinó los fondos porque consideró los fines de las asociaciones como
dignos de apoyo, o como agradecimiento por lo que habían hecho?
Cada uno que piense lo
que quiera. Tengo muy claro lo que pienso yo. Sobre todo cuando leo la noticia de que a la plataforma de afectados por la ocupación los de la mano y el capullo les han dejado plantados.
Lógico, no les hacen la ola.
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