Hace un año ya se veía venir la deriva autoritaria que se estaba instalando en la cúpula dirigente del Partido Popular.
Entendámonos, no es que
los partidos políticos españoles -ninguno- hayan sido nunca un prodigio de
democracia interna -por más que así lo establezca la Constitución-, ni que los
líderes hayan sido receptivos a opiniones discrepantes (recordemos el
celebérrimo el que se mueva no sale en la foto). Pero todo tiene sus
límites.
Hace un año, el PP
cambió sus normas en el Congreso de los Diputados para frenar las críticas como
las de la que fuera portavoz del grupo en el Congreso, Cayetana Álvarez de
Toledo, una mujer que siempre se ha caracterizado por hablar bastante clarito
y, sobre todo, sin pelos en la lengua.
Pero apretar la tapa no evita que se acumule el vapor en la olla, sólo hace que aumente la presión hasta que revienta. Como ha sucedido…
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