Uno de los problemas que tienen los neocom -otra cosa es que España tenga un problema con los neocom- es que no han acabado de procesar el hecho de que ya no son sujetos particulares, ni tampoco agitadores callejeros o de facultad.
No, son políticos
profesionales, cargos (y cargas) públicos, con responsabilidades y
proyección. Pero siguen actuando como si nadie les escuchara; y, para nuestra
desgracia, tenemos que oírles.
A Dios gracias, también
les escucha la Justicia. Y hace un año, cuando encarcelaron al rapero Pablo
Hásel por enaltecimiento del terrorismo, y los antisistema montaron la mundial
con protestas violentas y algaradas callejeras, el secretario de organización neocom
(voy a ahorrarme metáforas o chanzas relativas a su enfermedad, no sea que me
acusen de lo-que-sea-fobia) público un tuir alentando dichas protestas
violentas.
Y la fiscalía del
Tribunal Supremo (¿lo sabría Dolorcitas? ¿O estaba detrás de ello?) abrió diligencias de investigación penal contra el susodicho. Desgraciadamente,
parece que la cosa (la causa, quiero decir, para nada me estoy refiriendo al científico
argentino… tampoco voy a decir que eso da una idea del nivel en que se
encuentra la ciencia en Argentina) no llegó a ninguna parte, puesto que Echeminga
sigue soltando, un año después, sus soflamas.
En sede parlamentaria y fuera de ella.
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