Las redes sociales son, en teoría, un ámbito de comunicación donde impera la libertad, siempre dentro del respeto a los derechos de los demás y el ordenamiento jurídico. En teoría.
En realidad, se han
convertido en un coto de la izquierda más intolerante -¿hay alguna tolerante?-,
y emplean una doble vara de medir que resulta, más que escandalosa,
profundamente ofensiva y sectaria.
Porque el que hace dos
meses Twitter suspendiera la cuenta de Dignidad y Justicia por recordar los atentados de la banda terrorista vasca de ultraizquierda es algo que carece de
explicación. ¿Habrían actuado de la misma manera si el Partido Comunista de
España hubiera recordado el asesinato de los abogados de Atocha? ¿Habrían
actuado igual si los del hacha y la serpiente hubieran recordado el proceso de
Burgos? ¿Habrían actuado en el mismo sentido si los separatistas catalanes
hubieran traído a colación la ejecución de Salvador Puig Antich?
Se trata, naturalmente, de preguntas retóricas.
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