En todo conflicto armado, hasta los no beligerantes deben tomar partido. Y, cuando lo hacen, si el conflicto es fácilmente discernible -en la guerra en Afganistán entre los soviéticos y los talibán, uno no sabía quién era peor y, por tanto, del lado de quién ponerse-, el partido que toman habla bien a las claras de su catadura moral.
En el caso de la
invasión de Ucrania ordenada por Vladimir Vladimirovich Putin, el llamado grupo
de Puebla -una especie de enésima internacional, versión iberoamericana-
solicitó nada más empezar la contienda que no hubiera sanciones contra Rusia (¿sería por algún tipo de financiación proveniente de Moscú? Lo ignoro, pero conociendo al personal parece plausible). Al
tiempo, en España, Izquierda Hundida (sí, todavía existe) anunció que
saldría a la calle a manifestarse contra la Organización del Tratado del Atlántico
Norte.
Haciendo esto, tanto
unos como otros demuestran en que lado se posicionan. Una pista: no en el de
los justos…
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