Nadie le puede negar a Christopher Paolini el talento creativo cuando, no alcanzada aún la veintena, había levantado el mundo de la saga de El Legado, por más que las influencias (o las fuentes de las que bebía directamente ese mundo) fueran fácilmente reconocibles. Lo que le faltaba de técnica lo suplía con entusiasmo.
Con el tiempo, el chaval
-ya no tan chaval, su barba peina canas- ha mejorado, y Dormir en un mar de estrellas es buena prueba de ello. Como lo es este volumen de tres historias
cortas, que arrojan algo de luz sobre personajes periféricos de la saga.
Mientras leía el libro no podía quitarme de la cabeza que éste vendría a ser el equivalente a los Cuentos inconclusos de este mundo que tanto debe a Tolkien. De todos ellos, el que más me ha gustado es el primero, quizá por narrar sucesos ocurridos después de Legado, último volumen (de momento) del ciclo al que da nombre. El relato de Ángela es, como el mismo personaje, confuso, profuso y difuso, y el tercero no deja de ser una leyenda de los úrgalos.
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