No darse por vencido es una virtud. No saber reconocer cuándo se está derrotado es un defecto, grave en el plano individual y desastroso en el colectivo.
El (todavía) presidente del Partido Popular pertenece al grupo de los defectuosos, no de los virtuosos. Su empeño en enrocarse en el puesto y no dimitir sólo sirve para darle aire a los enemigos internos de España, de los cuales el psicópata que preside el desgobierno socialcomunista que tenemos la desgracia de padecer es uno no desdeñable.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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