Cuando esta serie comenzó, hace prácticamente dos años, se centraba en la pandemia de la Covid-19 y la actuación de los poderes públicos -en general, españoles- frente a la misma.
Ha pasado el tiempo, las
olas se han sucedido y en el mundo han muerto millones de personas (en España,
más de cien mil): a veces, uno se pregunta a qué atribuyen los negacionistas tamaña
cifra de decesos, que no se veía, guerras aparte, desde hace un siglo.
El virus parece (recalco
lo de parece) estar en retirada, pero sus consecuencias permanecen. Y una
de esas consecuencias es una crisis económica que ha caído sobre el mundo
occidental (teniendo en cuenta que la Tierra es un esferoide de revolución, lo
de Oriente y Occidente es literalmente relativo, pues depende de con respecto a
dónde se establezcan) cuando apenas estábamos saliendo de la anterior.
Y una consecuencia de
esa consecuencia, en el sentido de efecto derivado, son las medidas que la
Unión Europea ha tomado para ayudar a sus Estados miembros, medidas que se han
concretado en la aportación de fondos.
Fondos de los cuales el
psicópata de La Moncloa dedica apenas el tres por ciento a abaratar el consumo
de luz de oficinas y hogares. Como de costumbre, se rige no por la economía,
sino por la política.
Por ello, y por mucho más…
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