Que los políticos en general, y los de izquierdas españoles en particular, están ayunos de escrúpulos es algo que casi se da por descontado. Pero los de épocas pasadas -incluso algunos ministros del zircunflejo tenían un pase- tenían un cierto nivel intelectual, una cierta formación (más allá de los títulos, que ya sabemos para lo que sirven).
Los de ahora, por mucho
título, mucho doctorado, mucha tesis y mucho tono impostado que tengan, son de
un ignorante que da casi más lástima que asco. Dejando aparte el chiste de que
el símbolo de podemos no es sino la demostración palmaria de que los neocom
no saben ni hacer la o con un canuto, las fotos del psicópata de La Moncloa
hablando (o haciendo como que habla) por teléfono sobre Ucrania, con el boli
primero en una mano y luego en otra demuestran que lo supeditan todo a la
imagen.
Pero imagen… ¿de qué?
¿Es que es ambidiestro? Teniendo en cuenta que no ha escrito su tesis doctoral
-en el mejor de los casos fue un corta y pega que, además, hizo otro- ni
su libro -fue otra la que dio forma escrita a horas y horas de conversaciones
(conociendo al personaje, probablemente serían monólogos interminables con un
solo tema, su persona)-, es más que probable que sea ágrafo.
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