Hay una canción de La Trinca que relata cómo, a base de expulsar de los respectivos partidos de izquierda y derecha a todos aquellos que, según la dirección, no son lo bastante ortodoxos, ambas formaciones acaban reducidas, en cada caso, a una sola persona.
Más o menos ese camino parece que
llevan los neocom. Estuvieron a punto de tomar el cielo por asalto, pero
de un tiempo a esta parte parecen destinados a estrellarse en ese infierno al
cual pertenecen y del que nunca debieron salir.
Sin embargo, la cúpula dirigente
no parece haberse dado cuenta, y todavía actúa como si la formación estuviera a
punto de dar el sorpasso a los de la mano y el capullo; es decir, con
soberbia y prepotencia, en lugar de con humildad y prudencia. Sólo así se
explica que la formación exija a sus militantes que escojan bando, entre Juanita
Petarda o Egolanda.
Pues que tengan cuidado, porque esta gente suele anteponer el bolsillo a los principios, y es probable que esa a la que apodan algunos la niña de la curva acabe quedándose más sola que la una.
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