Hubo una época, en la que el diario independiente de la mañana le decía, o eso parecía, qué hacer y decir al partido de la mano y el capullo. Era cuando el que para mí es el causante último de las desgracias que le han acontecido a España en el último medio siglo, Jesús Polanco (el de se lo puso él mismo) hacía y deshacía a su antojo, incluso quitando jueces cuando éstos tenían la insolencia de pretender encausarle.
Ahora, las cosas han cambiado.
Muerto el fundador y ayuno del apoyo público, el grupo que levantó pierde
dinero a chorros, y es el partido el que utiliza al diario como órgano de
propaganda.
Un ejemplo fue cuando, en vísperas
de la (fallida) sesión de investidura de Alberto Núñez-Feijóo, el Partido
Popular dijo que aquellos diputados del PSOE que no estuvieran conformes con la
deriva de la formación votaran a favor del candidato popular o, al menos, se
abstuvieran.
Para la camarilla del psicópata de la Moncloa, se trataba de que el PP alentaba el transfuguismo, y así lo repitieron en El País como un papagayo. Pero no era eso, sino que se trataría sólo de traición a las siglas.
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