Los de la mano y el capullo nunca han mostrado un excesivo respeto por la observancia del ordenamiento jurídico. Al fin y al cabo, su fundador se estrenó parlamentariamente proclamando que se saltarían las normas cuando el cumplirlas no les permitiera alcanzar sus objetivos.
En esto, como en todo lo demás,
el psicópata de la Moncloa y sus corifeos no son sino más de lo mismo. Sólo que
corregido y aumentado, porque -como dijo Murphy-, toda situación es susceptible
de empeorar. A su delinquir habitual ahora unen la desfachatez más descarada: ya
no se molestan, no digo siquiera en disimular, sino incluso en guardar las
formas.
Y allá que te van el presidente
del Tribunal Prostitucional y el ninistro Pequeño, tanto monta, monta
tanto: mientras el segundo le concede al primero la Cruz Roja Honorífica (no
especifican en base a qué méritos), el primero maniobra para que prospere el
recurso del neocom canario que pateó a un policía.
Unos por otros, y España haciéndose unos zorros.
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