Decir que España pinta en la escena internacional menos que un musulmán medianamente practicante en el Museo del Jamón es quedarse bastante corto. Somos una especie de apestados en el club de las democracias, y nadie nos toma en serio ni cuenta con nosotros.
Y eso se lo debemos, primero a
zETAp, luego a Tancredo el registrador y finalmente al psicópata de la Moncloa,
que malbarataron la relevancia que España había conseguido durante el mandato
de José María Aznar.
Por eso, que España siga excluida de las conversaciones del pedófilo senil con líderes europeos sobre la situación en Israel no es nada sorprendente. Es simplemente, una consecuencia lógica.
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