A mitad del mes pasado, el partido de la mano y el capullo (aunque, visto lo que hay ahora, de los capullos sería un término mucho más ajustado) expulsó a Nicolás Redondo Terreros (Nicolás Redondo hijo se suele decir, por contraposición a su padre Nicolás Redondo Urbieta… aunque con motivo de esta expulsión me he enterado de que hubo hasta un abuelo que estuvo metido en los temas sindicales) por, según ellos, reiterado menosprecio a las siglas del partido.
Para menosprecio y reiterado, el que han
tenido los sucesivos dirigentes, que han ido despojando a las mismas de su
significado originario: ya no es socialista, mucho menos obrero,
y hace bastante que dejó de ser español, para convertirse únicamente en partido.
Para menosprecio, el del psicópata de la Moncloa, que ha dado lugar a que sean
las siglas de Pedro Sánchez Os Engaña.
Luego están los figurones de eras pasadas,
que se fingen indignados por el presente estado de cosas. Así, Felipe González
exclamó, con aire de dignidad ofendida, que quien no es controvertido tragacon todo… olvidando que, en su época, el que se movía no salía en la foto.
E incluso alguien habitualmente tan atinado
como Isabel Díaz Ayuso, al mostrar su apoyo al expulsado, ha señalado que Sánchez hoy abraza a Bildu y expulsa a Nicolás, obviando el hecho de que los de
Ferraz siempre han abrazado a la banda terrorista de ultraizquierda.
¿O es que nos hemos olvidado de José María Benegas (por poner un ejemplo) detrás de una pancarta en la que se leía Gora Euskadi Askatuta?
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