Hay personas a las que el ejercicio de la política les viene grande, por falta de educación. No me refiero a los muchos títulos o diplomas que puedan tener, sino a guardar las formas, al dominio de sí mismo.
Esa fauna, al menos en España,
predomina sobre todo en la ultraizquierda. En el partido de la mano y el
capullo no es que sean tampoco un ejemplo de respeto al adversario, pero por lo
menos aparentan una cierta urbanidad. Los comunistas, ni eso (tampoco es que
nunca lo hayan hecho). Yo, por ejemplo, no valdría para político, porque cuando
pienso que alguien es un imbécil, lo digo claramente: soy lo que se dice una
incorrección política con patas.
Ejemplo de lo que digo es Mónica MeMa,
que tan pronto simula apuntar con una pistola a la bancada del gobierno
regional -quizá exteriorizando un anhelo nada subconsciente- como gesticula en
mitad de un debate sin tasa ni medida, al tiempo que llama sinvergüenza y
(quizá, los lectores de labios no se ponen de acuerdo) mongola (¿dónde
quedó el respeto a quienes pertenecen a ese colectivo que antes se llamaba deficientes
mentales y que ahora creo que se llaman Down, por más que ese sea uno de
los diversos síndromes que hay?).
Dice el titular que la susodicha perdió los papeles. Para eso, antes debería tenerlos.
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