El problema con ceder ante un chantaje es que, una vez lo haces, no hay vuelta atrás, y seguirás cediendo siempre. De la misma manera, el chantajista se sentirá cada vez más crecido.
Un ejemplo de lo que se debe y no
se debe hacer lo tenemos con las jugadoras de la selección española de fútbol. Cuando,
hace cosa de un año, quince de las integrantes echaron un pulso en plan o el
seleccionador o nosotras, la Federación se mantuvo firme y confirmó al
seleccionador, que a su vez no llamó a quien no quería ir. Tan bien fueron las
cosas que en el primer partido sin las chantajistas se ganó por primera vez a
Estados Unidos (la gran potencia mundial), y hace unos meses se ganó el campeonato
del mundo.
Sin embargo, el entonces
presidente de la federación dio la excusa que necesitaban sus detractores para
ir a por él -se ve que chanchullos, conchabeos, malversaciones y orgías son
nimiedades al lado de un beso aparentemente no consentido-, y conseguida esa
cabeza las futbolistas se han venido arriba.
Tanto es así que, caído también
el seleccionador, ante la primera convocatoria de la nueva seleccionadora las
futbolistas se han permitido dudar del tiempo y forma de la misma, y han
señalado que la Federación no está en disposición de exigirles acudir.
Claro que no, chatas. Nadie puede
obligaros a ir donde no queréis. Lo que sí podría hacer sería sancionaros con
hasta cinco años de suspensión, con lo que vuestras carreras, vuestros ingresos
y vuestra vida se iría por el retrete. Y eso duele, ¿verdad?
Por otra parte, la nueva
seleccionadora -que, vistas las rectificaciones y envainamientos que ha tenido
que hacer quizá debería tomar unas clases de oratoria y dialéctica- no convocó
a Jennifer Hermoso, para protegerla. La aludida reaccionó preguntando de qué o de quién hay que protegerla.
No lo sé, Jenni, cariño: que lo
digan tus compañeras, esas que afirman que no se sienten seguras…
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