Cuando una ideología rinde homenajes a un asesino de masas convicto y confeso, da muestras de su inexistente catadura moral.
Cuando los secesionistas
catalanes montan ceremonias de inspiración fascista en el aniversario de la
ejecución del miserable y criminal Luis Companys, además de demostrar de qué
fuentes beben sus formaciones, dejan al descubierto sus intenciones de llegar a
gobernar.
Por eso, no es de extrañar que ierreceos
y jotaporcatos exijan al psicópata de la Moncloa que España pida
perdón por el fusilamiento de aquel excremento con forma humana. Por mí,
que lo pida su padre, si lo conocen.
Eso no le va a sacar del círculo
del infierno en el que, a buen seguro, lleva asándose tres cuartos de siglo
largos.
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