En uno de esos casos que a veces se da, las dos entradas del día tienen, en cierto modo, algo que ver la una con la otra. Si en la primera me refería a los piquetes que, al margen del poder establecido -pero, indudablemente, tutelados y alentados por éste-, coartan la libertad de opinión, en esta me toca hablar de cuando es el poder establecido el que la coarta.
Porque uno de los elementos fundamentales de esa libertad de opinión es la libertad de prensa, que ayuda a formar aquélla. Y cuando un liberticida como el psicópata de la Moncloa se permite decir a los periodistas cómo han de preguntarle sobre su reacción contundente y ejemplar a la corrupción, es que se ha quitado la careta, se ha podemizado totalmente y demuestra bien a las claras que no concibe los medios de comunicación, privados o públicos, más que como canales de propaganda de su persona.
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