Personas que me conocen (no muchas) dicen que pienso como pienso porque leo a quienes leo. Yo, en cambio, considero que es justo al contrario: leo a quienes leo porque pienso como pienso.
Es decir, siendo de derechas no iba a ponerme
a leer a Haro-Tecglen, o a… a… iba a decir algún otro opinador de
izquierdas, pero es que, como no los leo (creo que eso ya lo he dicho), la
verdad es que no se me ocurre ninguno.
Lo que sí es posible que, por seguir los
medios de comunicación que sigo, en ocasiones llegue a las mismas conclusiones a
las que llegan los que trabajan en dichos medios (que trabajan de cara al público,
se entiende; no sé si, pongamos por caso, los guardias de seguridad son de derechas
o furibundos maoístas). De hecho, a veces llego a esas conclusiones antes de
haber visto la opinión en el medio en cuestión.
Es el caso de la intervención parlamentaria
del psicópata de la Moncloa, cuando en sede parlamentaria reclamó al líder del
Partido Popular que exigiera la dimisión de la presidente de la
comunidad autónoma de Madrid por el caso que afectaba a su pareja en relación
con Hacienda. A la pareja de Isabel Díaz-Ayuso, se entiende, que en esta frase
he mencionado a tres políticos.
Pues bien, uno de los redactores de Libertad
Digital llegó a la única conclusión lógica (como digo, no recuerdo si
primero se me ocurrió a mí y luego leí el artículo, o fue al revés… en cuyo
caso nadie -ni siquiera yo- creería que se me había ocurrido a mí solo):
partiendo de la misma premisa, el psicópata debería dimitir por los presuntos
trapicheos (siendo suaves) en los que se ha visto involucrada la que es su
esposa y madre de sus hijas.
Vamos, digo yo… y el redactor de marras.
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