Los ecologistas sandía, que frecuentemente coinciden con los ecolojetas y con los ecologistas de despacho, hablan del tema (me refiero a la verdadera conservación de la naturaleza) sin tener ni pajolera idea del mismo, ni de todas las derivadas o implicaciones.
Por eso, de vez en cuando, conviene que haya
gente que, viviendo sobre el terreno (y nunca mejor dicho) les traiga de vuelta
a la realidad, aunque sea tirando de ironía (o no). Es el caso de Alemania, en
la esquina de los ignorantes, y Botsuana, en el rincón de los prácticos.
En efecto, la ministra germana de Medio
Ambiente -ecologista sandía, ¡cómo no!- había planteado la posibilidad de
limitar o prohibir la entrada en territorio alemán de trofeos de animales
salvajes cazados en países africanos, siendo Alemania uno de los países
europeos que más trofeos de este tipo importa.
Ante esto, el presidente de la nación
africana expresó su deseo de regalar veinte mil elefantes a Alemania, señalando
que no era ninguna broma y que, además, los paquidermos deberían estar en libertad, puesto que el clima alemán ya es suficientemente malo para los
colmilludos como para además estar encerrados.
Más en serio (supongo que, a pesar de su
afirmación, todo era una chanza), el mandatario africano reprochó al Gobierno
alemán que es muy fácil opinar desde
Berlín de lo que ocurre en Botsuana, señalando que los elefantes acaban con
cosechas, matan y destrozan aldeas, y que la caza ayuda a luchar contra la
superpoblación además de generar importantes ingresos para el país. Como muy
bien dijo, están pagando el precio de
conservar esos animales para el mundo, señalando que un cuarenta por ciento
de su territorio está preservado para ellos, y pidiendo que la ministra y sus
compañeros verdes tengan estos animales en su patio trasero y vean los problemas que conllevan.
Siendo como son unos cabezas cuadradas, no sé yo si los teutones van a captar el tema en su totalidad…
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