Hay gente que destila tanta -siendo suaves- mala baba que es imposible que te caigan bien. Por eso, es difícil que te den lástima. Lo que ocurre es que si estas personas están -siendo otra vez suaves- pasadas de peso, y las criticas, el gremio progre (tratándose de mí, si les critico es casi seguro que van a ser de izquierdas) te va a tildar de gordofóbico, cuando lo que no aguantas es a la persona, no a su estructura personal.
Valga todo lo anterior como introducción al
tema de la controversia entre Carlota Corredera y Estíbaliz Quesada, dos de las
aspirantes al título de campeón del mundo de las pasadas de peso. Además, tienen
la piel tan fina como suelta la lengua por lo que sueltan críticas en
proporción inversa a su aguante a las mismas.
Lo irónico (otros lo llamarían justicia
poética) fue cuando la una se dedicó a criticar a la otra. Por lo visto,
Quesada llamo gorda traicionera a Corredera, lo que, según ésta, la traumatizó.
Podríamos decir que fue un ejemplo del dicho Dios castiga sin piedra ni palo.
O una muestra de lo que te pasa por prestar
atención a quien no la merece.
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