En el mundo hay dos grandes bloques, Occidente y el resto. Por Occidente entendemos aquellos países que defienden la democracia parlamentaria como el mejor sistema posible (descontando los demás, que diría Winston Churchill), aunque no se hallen geográficamente en Occidente: Australia, Nueva Zelanda o Japón pueden considerarse como miembros de este grupo.
Enfrente estarían aquellos países o regímenes que abominan de la
democracia parlamentaria, por más que puedan mantenerla formalmente. Rusia y la
República Popular China se encontrarían a la cabeza de este grupo, seguidas por
la mayor parte de los países de Asia y África, y muchos regímenes
iberoamericanos.
España, por geografía e historia, pertenece a ese Occidente al que me
refiero. Sin embargo, en lo que va de siglo los dirigentes izquierdistas -y no
pasaría nada si no tuvieran responsabilidades de gobierno… pero las tienen-
parecen empeñados en alejarnos de
Occidente y aproximarnos a los sátrapas enemigos de la libertad, llámense
Erdogan, Maduro o Putin.
El que el primer ministro polaco haya revelado que el psicópata de la
Moncloa ha pedido a los países de Europa Central (la mal llamada Europa del
Este, cuando esa parte del continente la ocupa todita la parte europea de
la nación más extensa de la Tierra) que dejaran de utilizar la palabra guerra en sus declaraciones, porque la gente no quiere sentirse amenazada de esta
manera, y en España suena abstracto.
Es la típica costumbre de los necios, que creen que por no mencionar
algo ese algo desaparece, llámese toque de queda, recesión… o guerra. Haría mejor
en recordar el viejo adagio latino, ese que, traducido, dice que si quieres la
paz, prepárate para la guerra.
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