Desde mi punto de vista -que probablemente no es un punto de vista demasiado original, e incluso ni siquiera lo sea la forma de denominarlas-, hay dos clases de paciencia: la paciencia a corto y la paciencia a largo. Esta última sería la paciencia del moro, que es capaz de sentarse a la puerta de su casa para esperar a ver pasar el cadáver de su enemigo.
La paciencia a corto es la que tiene que ver
con las cosas del día a día, la de hemos quedado a las tres, y son las
tres y cinco y empiezas a impacientarte. De esa carezco en gran medida, aunque
la vida me ha dado una cierta mentalidad zen y me tomo las cosas con filosofía.
La paciencia a largo es la que tiene que ver con
cosas que hay que obtener algo esperando días, meses, años… de esta tengo por
arrobas, porque puedo esperar el tiempo que haga falta para conseguir algo,
incluso aunque haya olvidado que quiero conseguirlo, aunque mantenga el tema en
un segundo plano, en el subconsciente.
Incluso puedo esperar corriendo el riesgo de
no conseguirlo pero, aun así, seguir esperando.
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