Si el grupo Prisa en general, y el diario El País en particular, crecieron de tal manera fue porque crearon una relación simbiótica con el poder socialista, no por las habilidades empresariales (lícitas y decentes, se entiende) de Jesús Polanco.
Cómo se explica, si no, que siendo la
televisión un servicio público, una de las tres primeras concesiones a cadenas
privadas se otorgara a un canal de pago que fundaba su oferta en partidos de
fútbol y películas pornográficas. O que cuando una cadena de radio molestara,
se permitiera por parte del poder la compra y cierre de esa cadena por parte
del grupo Prisa. O que se tuviera el descaro de convertir el canal codificado
en abierto apelando a una imprecisa demanda social, que debía ser
bastante escasa puesto que siguió siendo el canal con menos audiencia.
Desaparecido el sujeto sin escrúpulos que,
como tantos otros, pasó de camisa vieja a chaqueta nueva, y minado el poder
omnímodo de los de la mano y el capullo, la fuerza irresistible del mercado fue
erosionando el antaño aparentemente inconmovible monolito mediático, y
sucesivas ayudas por parte de los poderes públicos no han hecho sino alargar la
agonía.
Y ahora, cuando ya están para el arrastre, el
que lo fuera todo en el grupo, tanto que le hicieron académico de la lengua
sólo para compensar que también lo hacían al que fuera director de ABC,
ha sido fulminantemente destituido como presidente de honor del diario
independiente de la mañana.
Resulta hilarante ver cómo las ratas se expulsan unas a otras mientras la nave se va a pique…
No hay comentarios:
Publicar un comentario