Decía Ronald Reagan que un marxista es alguien que ha leído a Marx, mientras que un antimarxista es alguien que ha entendido a Marx. Del mismo modo, se podría decir que un marxista deja de serlo cuando ve el marxismo en funcionamiento.
Eric Arthur Blair fue uno de estos últimos. Decididamente
izquierdista, ver el marxismo en acción le llevó a oponerse a él, aunque
siguiera siendo de izquierdas. De hecho, se consideraba un socialista democrático,
lo que no deja de ser un contrasentido porque, como buen marxismo, el socialismo
nunca podrá ser democrático. Pero me estoy apartando del tema.
Lo peor que puede hacer un país que quiera
mantener su economía a flote es poner a marxistas al frente de la misma. Como dijo
(más o menos) Margaret Thatcher, el socialismo funciona mientras dura el
dinero… de los demás. Pero vuelvo a apartarme del tema.
Poner a una comunista al frente del
ministerio de Trabajo es el modo más rápido de convertirlo en lo que es ahora,
el ninisterio del Paro, el Desempleo y la Destrucción de Empresas. La tucán
de Fene ha decidido asestar un nuevo golpe a las empresas encareciendo el despido vía la modificación de las causas objetivas.
Como los comunistas funcionan en base a los
postulados de un gandul que en su vida dio un palo al agua, piensan (entendámonos:
afirman) que los empresarios son seres desalmados que están deseando despedir a
sus empleados. Porque, naturalmente, ahorrándose los sueldos de los empleados,
podrán producir más y mejor.
Lo dicho: antimarxistas del mundo, uníos.
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