La izquierda, sobre todo la española, se ha caracterizado siempre por predicar una cosa y hacer exactamente la contraria: propugna el reparto de la riqueza, pero se esfuerza en acaparar para sí la mayor cantidad posible de bienes materiales; defiende lo público, pero a la que te descuidas hacen uso de lo privado, sea en educación, sea en sanidad; defiende la igualdad, pero se arroga unos privilegios que no están al alcance de los demás.
O, en el caso de la tucán de Fene, exige a
una empresa española puntera en la distribución de ropa que aniquile la
moda rápida y pide a la gente que use ropa vieja, mientras ella estrena
un modelito a la más mínima ocasión que tiene.
No por nada la llaman Fashionaria.
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