Los políticos actuales no tienen, en general, oficio ni beneficio fuera de la propia política. No saben lo que es ganarse las habichuelas con su trabajo, y les basta con calentar un asiento para recibir pingües remuneraciones a fin de mes.
Eso no les impide, imbuidos de impía
soberbia, decirles a los demás lo que tienen que hacer, como si lo supieran
todo. Y así, la tucán de Fene y el psicópata de la Moncloa negociaban hace
quince días una reforma para quitar poder a los empresarios en la organización del trabajo.
Porque, como todo el mundo sabe, el empleo crece en los árboles por generación espontánea.
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