En este tercer volumen de la saga de The
Expanse, los autores continúan, desde mi punto de vista, con el
planteamiento de la situación. Si consideramos la saga en su conjunto como una
trilogía de trilogías, esta novela culminaría la primera de esas trilogías y,
por lo tanto, remataría lo que en una obra normal sería el
planteamiento.
En efecto, los hechos narrados en los dos
primeros libros conducen a la situación en que se encuentra la humanidad en
este: la tecnología alienígena ha creado una zona, más allá de Neptuno -queda
claro que las novelas se escribieron cuando Plutón ya había sido degradado
a planeta enano-, llena de portales estelares, que sentarán el escenario
para las siguientes novelas.
Se mantienen algunos elementos de las novelas
anteriores: salvo los tripulantes de la Rocinante, en general no se
repiten personajes, al menos no personajes en función de los cuales se narre la
acción-, aunque el número de los mismos es (tiro de memoria) bastante inferior
al de los de Canción de hielo y fuego; se ha producido un salto
temporal, ligero pero perceptible, entre el final de La guerra de Calibán y
el comienzo de La puerta de Abadón; sigue sin aclararse el origen de la
protomolécula; los autores no tienen escrúpulos en presentar personajes que
fallecerán antes del final de la novela; y la trama se desarrolla de un modo que
podríamos llamar, siendo benevolentes, parsimonioso, y lento si somos
inmisericordes.
Para terminar, investigaré en cada novela qué
significa el nombre propio que aparece en el título y qué relación puede tener con la trama. Además, incluyo aquí los relacionados con las dos primeras novelas, puesto que la idea se me ha ocurrido a la hora de atacar el comentario de la tercera (conocía tanto leviatán como Calibán).
Leviatán es una bestia marina gigante narrada
en la Biblia. Su creación por Dios se encuentra en el Génesis y Job describe su
aspecto físico con semejanzas a un dragón. Parece evidente que se trata del
monstruo (en sentido quizá figurado) que amenaza la existencia de la humanidad.
Calibán es el nombre de un personaje de La
tempestad, de William Shakespeare. En dicha obra, Calibán representa la idea de
salvaje primitivo, esclavizado por el protagonista, Próspero, y representa los
aspectos más materiales e instintivos del ser humano, frente al otro sirviente
de Próspero, Ariel, que representa lo elevado y lo espiritual. Este personaje
ha sido reutilizado por la literatura posterior, reinterpretándolo como un
símbolo de la idea de hombre natural de Rousseau, del materialismo
frente al idealismo, de las clases sociales oprimidas por el capitalismo o de
los pueblos colonizados. Francamente, no se me ocurre a quién o qué podría
referirse de entre todo lo que ocurre en la novela.
Abadón, Abaddón o Apolión es el
nombre en hebreo y en griego de un ángel mencionado en la Biblia. También se
utiliza para designar un lugar. Por un lado, en el Antiguo Testamento o Torá,
Abadón se refiere a un abismo insondable, generalmente vinculado al mundo de
los muertos, el Sheol. En el Libro de Job, aparece como la muerte
personificada. Por otro lado, en el libro del Apocalipsis, del Nuevo
Testamento, Abadón es el nombre de un ángel, descrito como el rey de un
ejército de langostas. Según algunos autores, Abadón sería uno de los más
importantes generales del Infierno. O, por el contrario, un representante de
Dios, que ejecuta su obra de destrucción según ordena Dios y lidera la plaga
de langostas que se lanzará sobre los enemigos de Dios, al Final de los Tiempos.
Teniendo en cuenta la amenaza potencial que yace al otro lado de los portales
estelares, parece claro que Abadón sería la estación que se encuentra en el
centro de lo que los personajes bautizan como zona lenta.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!