Cuando uno es un gañán, lo es aunque alcance las más altas magistraturas del país. Lo es el sucesor del gorila rojo, lo ha sido el hasta hace poco presidente de México y lo es la desde hace poco presidente del país, que vetó a Su Majestad el Rey don Felipe VI, a quien Dios guarde muchos años, a su toma de posesión, con la matraca de la petición de perdón por el genocidio que, según ellos, cometimos allí.
A esto, una serie de matices: quienes
deberían pedir perdón son los mexicanos actuales, descendientes de aquellos
que, supuestamente, oprimieron a los indígenas (los antepasados de los
españoles se quedaron en España); para ser un genocidio, lo hicimos bastante
chapuceramente, teniendo en cuenta la multitud de indios y mestizos que hay al
Sur del Río Grande (al Norte bastantes menos, pero por lo visto ahí no hay que
pedir disculpas); quizá los descendientes de los aztecas tengan algo que
reclamar, pero los de los toltecas, totonacas, tlaxaltecas y demáslo que nos
estarán es agradecidos.
Y, para remate, quizá gente tan poco indígena como alguien apellidado López o Sheinbaum (que, para remate, es descendiente de judíos askenazíes) deberían ser los primeros en pedir disculpas.
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