El entrenador de fútbol más sobrevalorado de la Historia, el calvo melifluo, es un cabezón que sólo conoce un sistema de juego, el suyo, que les copió a Johann Cruyff y Luis Aragonés. Vaya donde vaya, ha hecho siempre lo mismo.
En España triunfó porque tenía al jugador más
desequilibrante del momento, a la mejor generación de la historia del Farça
y-ahora se ha sabido- al estamento arbitral de su parte.
En Alemania no lo hizo mal del todo, pero
entrenó a la apisonadora muniquesa, cuya hegemonía local es tan aplastante que
ya la quisieran para sí Madrid y Barcelona… juntos. Eso sí, no logró la Copa de
Europa, cosa que sí había logrado su mucho menos valorado predecesor.
En Inglaterra, con una chequera repleta a su
favor, y saltándose las reglas del fair play financiero, ha necesitado
cerca de una década para levantar, al fin, la orejona.
Así las cosas, no es de extrañar que le critiquen, acusándole de haber arruinado el mundo del fútbol. No sólo juega siempre igual, sino que muchos quieren imitar esa forma de jugar. Y, al no tener los recursos de los mancunianos, fracasan.
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