El sistema parlamentario español es una filfa al lado de, por ejemplo, el británico. Allí, las sesiones de control al Gobierno son realmente de control: no se anticipan las preguntas, que yo sepa, la oposición va a degüello y los ministros comparecen.
En España, las preguntas tienen que
plantearse con antelación, el gobierno comparece cuando le da la gana y
contestan lo que les sale de los dídimos. Especialmente si el que gobierna es
el partido de la mano y el capullo, que siempre ha tenido por el parlamento el
mismo respeto que por el ordenamiento jurídico: ninguno.
A finales del mes pasado, el psicópata de la
Moncloa volvió a ausentarse de una sesión de control, en medio una situación
marcada por la corrupción -otro término que es connatural al socialismo patrio-
y las derrotas parlamentarias.
Su excusa era que tenía que asistir a la asamblea general de las Naciones Unidas, con ocasión de cuya visita iba a recibir un premio de manos de Anne Hathaway. Pues bien, chasco total, porque la actriz debió tener algo mejor que hacer (cualquier cosa valdría) que comparecer con semejante mamarracho, y lo recibió de manos de una la mitad de alta y el doble de ancha.
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