Este libro es especial (para mí) por dos razones puramente subjetivas. La primera, que con su lectura me pongo al día de libros comprados. De acuerdo, todavía me quedan ocho volúmenes de The Expanse -con los que empezaré a continuación-, veinticinco de La espada de la verdad y veinticuatro -de los cuales todavía me quedan por adquirir siete- de la serie de Tarzán, pero ese medio centenar largo nunca entró en las cuentas; y la segunda, que es el primer libro que adquirí tras el fallecimiento de mi padre el pasado verano.
Pasando al ámbito objetivo, el que parece ser
-al menos, de momento- último libro de la serie mantiene las constantes de los
anteriores: un caso más o menos sencillo le sirve a Grisham para exponer lo que
él considera un fallo del (de nuevo según su consideración) bastante decente
sistema legal estadounidense, viéndolo a través de los ojos de un chaval que,
todo sea dicho, resulta a veces un poco repelente.
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