La Constitución establece que la estructura y el funcionamiento interno de los partidos políticos deberán ser democráticos. Como tantas otras cosas en la norma suprema del ordenamiento jurídico español, no pasa de ser una declaración de intenciones, porque los partidos políticos sin excepción -salvo, quizá, los Clicks Unidos de Playmobil, que están todos más locos que un rebaño de cabras- son estructuras piramidales en los que una minoría y, en última instancia, el líder supremo ordena y el resto obedece.
Sin embargo, hay casos en que esta rígida
jerarquía quiebra. Bien porque haya versos sueltos, bien porque el que
habla no tiene nada que perder, bien porque se han cruzado ciertos límites,
bien por una combinación de todo lo anterior. Aunque, claro está, siempre se
puede nadar y guardar la ropa.
Es lo que sucedió con el presidente del
consejo regional de gobierno de Asturias. Primero dijo que dudaba que pueda sacarse una reforma puntual del sistema si no se tiene en cuenta que, para articular una mayoría, son muchas las Comunidades afectadas. Pero, a
continuación, añadió que interpretaba que el presidente quiere una reforma del
sistema de financiación en su conjunto, para todas las Comunidades.
Eso último no te lo crees ni ahíto de sidra.
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