La izquierda, sobre todo la española, hace muy bien dos cosas: echarle la culpa a los demás de sus errores, y quejarse cuando se les echa en cara alguna metedura de pata.
Es el caso de Mónica MeMa, alguien que,
como prácticamente todos los miembros del desgobierno socialcomunista que
tenemos la desgracia de padecer, ha ascendido muy por encima de su nivel de
incompetencia (si alguien puede quebrar el principio de Peter es, precisamente,
uno que se llame Pedro).
Tras la aprobación (con gran tardanza) de dos medicamentos contra el cáncer, se ha lamentado de las críticas perversas contra su persona, como si la titular del departamento ministerial no pudiera hacer nada para, al menos, no retrasar la cosa.
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