Los partidos políticos -al menos los españoles- suelen ser instituciones fuertemente jerarquizadas, lo más opuesto a una jaula de grillos. Como dijo aquél, el que se mueve no sale en la foto.
Esto es lo que ocurre normalmente. Como suelo
repetir, el poder, o la posibilidad de alcanzarlo son el más poderoso aglutinante.
Pero cuando se ve peligrar el poder, o alejarse las perspectivas de obtenerlo,
la gente empieza a ponerse nerviosa. Al modo de los clubes de fútbol, si los
resultados no acompañan, se empiezan a afilar los cuchillos mientras se mira
con ojos golosones el cuello del entrenador.
Y eso es lo que puede que esté ocurriendo en el partido de la mano y el capullo, nunca un ejemplo de democracia, pero nunca un sistema tan cesarista, personalista y egoísta -tan psicopático- como bajo la égida del psicópata de la Moncloa. Y como los barones territoriales -pocos ya catan poder de verdad- ven peligrar su modus vivendi, el secretario general empieza a perder el control de las federaciones regionales.
Sólo esperemos que, después de la segunda defenestración, atranquen bien puertas y ventanas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario