Dice el viejo adagio castellano que antes se coge a un mentiroso que a un cojo. Si el embustero, además, es corto de luces, casi podríamos decir que se echa él solito en brazos de quienes buscan arrancarle la verdad.
En el tristemente célebre caso del Delcygate
(no deja de ser curioso que se ponga el sufijo gate a casi cualquier
escándalo político, cuando era sólo la segunda parte del nombre del hotel en el
que se originó todo el asunto), el desgobierno socialcomunista que tenemos la
desgracia de padecer mintió, no una vez, ni dos, ni tres, sino hasta media
docena. Porque, cuando se dan varias versiones sobre un mismo asunto, y todas
resultan contradictorias entre sí, sólo una de ellas (como mucho) será
verdadera. Las demás, por fuerza, resultarán más falsas que un euro de corcho.
Y como del psicópata de la Moncloa abajo
todos son más lelos que Carracuca -que vendió el coche para comprar la
gasolina-, se les coge enseguida. Así, la sanción a la vicepresidente de la
narcodictadura bolivariana que Sin Vocales decía desconocer en 2.020,
llevaba en vigor desde 2.018.
Pero algunas ratas empiezan a pensar que la
nave de la mano y el capullo podría empezar a ser incapaz de achicar toda el
agua que entra por las numerosas vías abiertas, y se aprestan a intentar
salvarse. Como el que fuera ninistro predecesor del Pitecantropus
pucelensis y mano derecha del psicópata, que pidió declarar voluntariamente ante el juez instructor… poco antes de que éste eleve el caso al Supremo.
Mientas, el trininistro Bolardos no acertaba a responder al ser preguntado por la venezolana. Actitud de la que
debería tomar ejemplo Pdr Snchz, que al no quedarse callado admitió que
Ábalos le había informado… al tiempo que supersona afirmaba que se canceló la visita, pese a que el avión aterrizó.
Sobre las tres docenas largas de maletas, ya hablaremos otro día.
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