Sabemos desde hace tiempo que los políticos del partido de la mano y el capullo son, en general, gente sin ninguna clase de escrúpulo moral. Iba a poner socialistas, pero hay gente que, considerándose socialista, tienen un mínimo de decencia y hay cosas que no harían, líneas rojas que no están dispuestos a traspasar. Gente como Joaquín Leguina o Nicolás Redondo Terreros que, como no podía ser de otra manera, han acabado fuera del partido.
Ahora sabemos que, además carecen de vergüenza.
No es ya que digan una cosa y hagan la contraria, o que digan una cosa y luego
la contraria: eso, desde Fraga Iribarne, era algo que había quedado establecido
de modo diáfano, cristalino, incontrovertible. No: son capaces de hacer cosas
que sonrojarían a cualquier persona con un mínimo de pudor hasta tal extremo que
harían que la bandera de la China comunista pareciera un trapo desteñido (algo
así como el pendón de Castilla al que apelaron hace nueve décadas para pergeñar
la bandera de la segunda república española).
Porque el Pitecantropus pucelensis se atrevió
a jactarse -sólo le faltó golpearse el pecho con los puños, como si fuera un espalda plateada- de que, en su visita a Nueva York para asistir a la asamblea
general de las Naciones Unidas, el psicópata de la Moncloa recibiría un
galardón de manos de la actriz Anne Hathaway, y que el líder de la oposición,
el popular Alberto Núñez Feijoó, no iba a ser capaz de superar semejante
proeza.
Aclaro que, finalmente, la actriz encontró algo mejor que hacer que dar lo que fuera a Sin vocales, y que el suvenir lo recibió de manos de una dirigente de uno de los múltiples chiringuitos feminazis que han surgido al amparo de la citada organización.
No hay comentarios:
Publicar un comentario