Una autocracia puede aspirar a controlar todos los resortes de poder de un país. Lo que nunca podrá hacer es controlar absolutamente a todas y cada una de las personas de ese país, sean particulares o trabajen para el Estado.
Porque el espíritu humano es indomable. Quizá
no todos, ni siquiera muchos, pero siempre habrá alguien que piense por su
cuenta o que decida, a pesar del peligro evidente, actuar conforme a los
dictados de su conciencia, y no a los del poder.
Por eso, aunque el Centro Nacional de
Inteligencia opere bajo el mando de la hormiga atómica, fiel acólita del
psicópata de la Moncloa, no es descartable que en el informe pericial
complementario que el CNI está elaborando sobre el espionaje con Pegasus a
miembros del desgobierno socialcomunista que tenemos la desgracia de padecer
aparezcan cosas que algunos no quieren que se sepan.
Y que algunos tenemos el mayor interés en saber.
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