En palabras de Winston Churchill, un fanático es alguien que no puede cambiar de opinión y no puede cambiar de tema. Esta máxima podría ser aplicable al desgobierno socialcomunista que tenemos la desgracia de padecer, si no fuera por el pequeño detalle de que cambian de opinión más que de ropa interior.
Su monotema es recurrir a todos los ismos
que se les ocurren -salvo socialismo, comunismo y terrorismo, que esos para
ellos son buenos y respetables- para tapar lo inútil de su gestión. Uno de esos
ismos es lo que llaman feminismo y que en realidad es feminazismo,
lo que podríamos denominar hembrismo, que no es sino un machismo a la
recíproca.
A finales del mes pasado, saltó la noticia de
que el partido de la mano y el capullo instaba al desgobierno socialcomunista
que tenemos la desgracia de padecer a continuar su labor para la erradicación del carácter estructural de la cultura machista, elaborando un plan de acción específico para eliminar de las fiestas populares de nuestro país cualquier signo de machismo que excluya de la comunidad a la mitad de lapoblación por el hecho de ser mujer, contribuyendo a erradicar definitivamente los roles de género y sexistas impuestos por tradición.
Dejando aparte el hecho de que uno se
pregunta qué han hecho entonces estos seis últimos años, los siete que gobernó
zETAp o los trece del gonzalato, ¿son admisibles fiestas como las de
santa Águeda en Zamarramala, en la que las que mandan son las mujeres? ¿No iría
eso contra la igualdad de ambos sexos, al establecer por ovarios la primacía de
uno sobre otro?
Por no hablar de que podría considerarse que resulta tránsfobo…
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