Inicialmente, la reflexión de hoy iba a versar
sobre el hecho de que me gusta leer, y por qué, y demás. Me extrañaba que, en
década y media de escribir en el blog, y tras más de cuatro años de religiosas
reflexiones semanales, todavía no hubiera tocado el tema.
Y bien que hacía en extrañarme, porque sí lo
había tocado. Dos veces, de hecho: una, de manera genérica, al comentar la Biblia
(de hecho, fue la primera que localicé); y otra, más concreta, ocho años
después, en una entrada de esta serie.
Así que he tenido que hacer correr las
entradas, y adelantar a esta semana la prevista para la próxima. Algo de
carácter mucho más general y menos personal. Más de política, que es el tema que
más toco en este blog.
El problema de la izquierda, en general (la
española en particular) es que considera que el poder le pertenece poco menos
que por derecho divino (laico, claro). Como desde el comienzo de la Historia
quien ha gobernado es la derecha (entiéndase: cualquiera que no sean
ellos), ya es tiempo de que, desde ahora y hasta el fin del mundo, sean ellos
los que detenten el poder.
Incluso para los que se postulan democráticos,
las elecciones libres periódicas no son más que un trámite (molesto, además). En
el periodo entre dos comicios sucesivos, están legitimados (de acuerdo con su
propio criterio) para hacer lo que les da la gana, puesto que la gente les
ha votado.
Un elemento delator es que, al menos en España,
comunistas y socialistas hablan últimamente de soberanía popular cuando
las cosas se le tuercen. Pero en el ordenamiento jurídico español no exista tal
soberanía. La única soberanía que reconoce la Constitución es, en su artículo
primero, apartado segundo, la nacional, que, además, reside en el pueblo
español, del que emanan los poderes del Estado.
El desgobierno socialcomunista que tenemos la
desgracia de padecer -en esto, como en tantas otras cosas, no una novedad, sino
la última (de momento) versión de algo que viene ya de lejos- considera que es
en las Cortes Generales (y, actualmente, sólo en el Congreso, puesto que en el
Senado el Partido Popular tiene mayoría absoluta) donde reside la soberanía. El
problema es que, de nuevo de acuerdo con la Constitución, en las Cortes
Generales no reside nada, sino que se limitan a representar al pueblo español,
es decir, que en todo caso representarían la soberanía nacional.
El problema con los marxistas es que, como
han sometido el legislativo al ejecutivo, y mangonean en el judicial, y el
ejecutivo es una estructura piramidal en la que sólo manda la cúspide (léase,
el psicópata de la Moncloa), España es, de facto, una autocracia.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!