Si ayer decía que las comisiones parlamentarias de investigación no sirven para nada, hoy he de rectificar: sirven, al menos, para que algunos comparecientes se contradigan -se contradizcan, que diría aquél (aquél que no recuerdo quién es)-, y nosotros nos echemos unas risas a su costa.
En el mismo día, y casi a la misma hora, el
filósofo perico comparecía en la de la cámara baja, mientras que quien fuera su
jefe de gabinete lo hacía en la de la alta. Y mientras Condenador (se me
acaba de ocurrir el juego de palabras) reconocía que vio a Koldo en el ministerio, pero negaba que contratase con su trama, el segundo declaraba que
el primero le llamó para decirle que el comisionista le llamaría, aunque negó
que contratara con él.
Si nunca se contrató con él, ¿por qué la llamada? Esto es como en las pelis de polis, cuando los detenidos no preparan bien sus respectivas versiones.
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