No hace mucho se produjeron manifestaciones en las islas Canarias -no voy a entrar en si fueron multitudinarias o sólo aparecieron cuatro gatos-, en protesta por el modelo económico del archipiélago, basado fundamentalmente en el turismo.
Vale, vamos a convertir el archipiélago en
una especie de reserva de la biosfera, en la que los visitantes puedan entrar
poco menos que con cuentagotas y dejen tranquilos a los nativos. ¿De qué
vivirán entonces?
Una posibilidad sería la explotación de las
llamadas tierras raras, minerales que contienen elementos usados en la
tecnología moderna y que parecen abundar en aquellas dos provincias. Pero
parece que eso tampoco podrá ser, porque la empresa que iba a hacer las
prospecciones ha renunciado ante la oposición política encontrada. Y los
políticos todavía están orgullosos de haberse pegado este tiro en el pie.
Al otro lado del mar es probable que el moro gurrumino no tenga tantos escrúpulos…
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