Por pura casualidad, esta entrada toca justo cuando tocaría valorar las (enésimas) elecciones regionales catalanas. Mejor, porque así mato dos pájaros de un tiro.
Los resultados han sido los siguientes: la
franquicia catalana de los de la mano y el capullo, cuarenta y dos escaños; jotaporcatos,
treinta y cinco escaños; ierreceos, veinte escaños; PP, quince escaños;
Vox, once escaños; los comunistas, seis escaños; Clicks Unidos de Playmobil,
cuatro escaños; y Alizanza Catalana, dos escaños.
La mayor parte de los medios de comunicación
que he visto afirman que se ha producido un triunfo de los partidos
constitucionalistas y un retroceso de los independentistas. Sólo algún que otro
comentarista señala que no cabe incluir dentro de los constitucionalistas a los
socialistas, extremo en el que estoy de acuerdo. De hecho, voy más allá, y
afirmo que nunca lo estuvieron, del mismo modo que tanto en Cataluña como en
Vascongadas los socialistas son parte del problema, nunca de la solución.
Y es que hace una semana, mientras el filósofo
perico ofrecía federalismo en la campaña electoral, el psicópata de la
Moncloa pactaba con Cocomocho y el bleferóptico con sobrepeso la
celebración de un referéndum.
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