Pocas cosas hay más peligrosas que un mono con una ametralladora. Quizá, pero sólo quizá, un inútil sectario con poder.
Cuando Mónica García era sólo MeMa (y,
gracias a Dios, no ejercía de Me… y de Ma estaría por ver),
servía para poco más que para muñeco de pimpampum de la presidente de la
comunidad autónoma de Madrid. Tampoco gran cosas, porque en cuanto abría esa
bocaza que parece émula de la del gran don José Sazatornil, Isabel Díaz-Ayuso
se la cerraba a base de zascas, tantos y tan contundentes que sólo la
estupidez cerril de una calientaescaños comunista puede explicar que volviera a
por más.
Pero ahora la han hecho ninistra de
Enfermedad. Sigue siendo igual de inútil e igual de sectaria, pero tiene algo
más de capacidad de decisión. Tampoco demasiada, porque la sanidad es una de
las competencias transferidas a las comunidades autónomas (iba a decir y así
nos fue durante la pandemia, pero de no haber estado transferida todos
hubiéramos tenido que sufrir directamente los dislates del psicópata de la Moncloa
vía filósofo perico); pero algo tiene.
Con ese odio cerril que la izquierda española
tiene a lo privado -pero sólo de boquilla, porque en cuanto tienen necesidad
corren, si les es posible (y suele serlo), a ser atendidos en la sanidad
privada-, MiMeMa ha lanzado la idea de limitar los conciertos sanitarios
con empresas privadas.
Lo que ocurre es que, si la sanidad pública
se ve obligada a gestionar directamente todo el sistema, éste colapsará, porque
las listas de espera (ya en cifras elevadas) aumentarán, lo mismo que el gasto
(algunos estiman que en un tercio).
Lo peor de todo es que lo que propone la neoneocom
ya se ha intentado, en Navarra. El resultado: un gasto disparada y una
duplicación de la duración de las listas de espera. Como dicen que dijo Einstein,
locura es hacer lo mismo una y otra vez esperando resultados diferentes.
Lo malo es que MiMeMa no está loca.
Es, simplemente, estúpida y sectaria.
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