A lo largo de este mes se ha producido una situación esperpéntica en la sierra madrileña. En efecto, en la localidad de Alpedrete, el equipo de gobierno de la localidad decidió modificar el callejero, eliminando del mismo los nombres de Francisco Rabal y de su esposa,Asunción Balaguer, que (por lo visto) en sus últimos años residieron en la localidad. Hasta la famosa hija del matrimonio se pasó por allí a protestar, quejarse o lo que fuera.
Las malas lenguas dijeron que la retirada de
ambos actores fue por su filiación comunista. Filiación de aquella manera,
diría yo, puesto que vivieron, y bastante bien, durante el franquismo sin que
les faltara trabajo. No sé si llegaron a los niveles de otros marxistas de pro,
como Haro Tecglen o el nieto del picador, autores de sendas loas al Caudillo,
pero muy implicados en la lucha antifranquista no parecían.
En cualquier caso, significaron algo en el
cine y (creo) el teatro españoles del siglo pasado, y se merecían un
reconocimiento. La lanzada a moro muerto de quitarles del callejero fue una
mezquindad, y devolverles al mismo una muestra de, cuando menos, vergüenza.
Pero, ¿y José María Pemán? Que no fue
franquista, además, sino monárquico, lo que no evitó que los comunistas
retiraran una placa de su casa natal en cumplimiento de la inicua ley de
desmemoria histérica.
Si es por política, todos fuera. Si es por valía artística, todos dentro.
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